LA ROSA,   DE  ARENYS  DE  MUNT 

(Maresme - Catalunya)
 
 Con este nombre era conocida Rosa Planet i Castanyer
Desde muy joven se vió afectada por una enfermedad que la dejó postrada en cama para siempre.
Expiró placidamente el viernes día 8 de abril,(2005) en la misma hora que en Roma se celebraba el funeral del papa Juan Pablo II.
Al día siguiente al mediodia, en la iglesia parroquial, se ofició la misa de despedida, presidida por fray Miquel Colom, y la homilía predicada por fray Lluís Àngel Arrom. La nave de la iglesia se llenó de fieles, muchos de ellos venidos de fuera, para orar juntos y dar el último Adios a la querida Rosa. Al final de la celebración, se leyó este mensaje del obispo Pere Casadàliga, unido a ella por una profunda amistad: La Rosa ha vivido la Pasión de Cristo durante toda su vida y la resurrección con Él, ahora.
Envueltos por una silenciosa oración, se la despidió con el canto del Virolai, en testimonio de su amor profundo a la Madre de Dios, sobretodo bajo la advocación de Montserrat.

La sencilla, humilde y bondadosa Rosa, siguiendo las huellas del Pobrecillo de Asís, con la guía de mosén Pere Tarrés, ahora beato, y del P. Venanci de Arenys (1903-1983), después, aprendió a hacerse hermana de todos.
Desde su lecho de dolor, con el rostro sonriente y lleno de paz, acogía amablemente los que iban a visitarla. Era comprensiva y muy compasiva con todos, infundiendo siempre consuelo y esperanza. Lo que más la caracterizaba era olvidarse de sí misma y de su dolor, para atender a los que le manifestaban sus tristezas y angustias.
Era muy amante de los pobres y, sin hacerse notar, repartía generosamente todo lo que se le daba. Era muy agradecida con todo el mundo y la  palabra “gracias” le salía espontánea de los labios. A pesar de tener una vida llena de sufrimiento, no lo exteriorizaba a fin de no hacer sufrir a los demás. Con su sonrisa dulce y amable, aparecía como la criatura más feliz del mundo. Sabía perfectamente que hace más feliz el dar que el recibir. Amaba con ternura de madre y esparcía en abundancia alegría y paz. La hacía feliz hacer felices a los demás. Fortalecía en la fe y llenaba el corazón de esperanza de todos aquellos que iban a hablar con ella. Siempre salían de allí enriquecidos espiritualmente. Su ejemplo se convertía en un estímulo que impulsaba a mantenerse fiel en el seguimiento del Jesús del evangelio y hacer la voluntad de Dios.

Su fina intuición espiritual le permitía penetrar en los secretos más escondidos del corazón de las personas. Una conversación con Rosa hacía descubrir que la aceptación de sí mismo y de todo el que la vida comporta es el primer paso en el camino del progreso espiritual. Lo mejor de todo, decía, es liberarse del propio egoísmo y aprender a dar gratuitamente a los demás.
Con su manera de ser, dulce, paciente y amable, mostraba con claridad que Dios es un Padre que ama, perdona y salva. Aceptaba su enfermedad como una participación en la cruz de Cristo. En una ocasión, me había dicho que el estar enferma era la vocación a la que se sentía llamada por Dios. Durante la noche, cuando todo era silencio, se dedicaba a hacer larga oración. Y hacer oración era lo que más recomendaba a todos a fin de permanecer siempre unidos a Dios. Tenía un alma muy mariana. No deseaba otra cosa que ser sencilla, humilde y complaciente como María. Faltada de madre desde joven, se abandonó confiadamente en brazos de la que ella llamaba su “Madre del Cielo”.

A pesar de no haberse movido del lecho, su radio de amistades era muy extenso. Entre ellas había eclesiásticos, religiosos y religiosas, matrimonios, y gente de toda clase social. Se relacionaba con gente de fuera de nuestro país e, incluso, del extranjero, que le escribían o le telefoneaban. Entre ellos, había el obispo Pere Casaldàliga, a quien no había visto nunca personalmente, pero sintonizaba perfectamente con él y con su causa a favor de los pobres. El testimonio vigoroso de su vida, escondida en Cristo y entregada a la causa del Reino, impresionaba fuertemente de a todos los que iban a visitarla. Se percataban, enseguida, que sus propios sufrimientos no eran nada en comparación con los de Rosa. Ella hablaba muy poco de sí misma y, en cambio, mucho de la bondad de Dios y del bien que Él puede hacer a través nuestro. Delante de las incomprensiones, su rostro rezumaba alegría. Como en San Francisco, sufrimiento y alegría se habían hermanado estrechamente y se mantuvieron unidos en su vida. Su mirada serena y luminosa se convertía como un velo que cubría el sufrimiento de su cuerpo y de su espíritu. ¡Cuántos habían recobrado la serenidad y la paz a través de Rosa!

Los últimos meses de su vida, los dolores de Rosa se agudizaron, pero ella los sostenía con una fortaleza admirable, sin quejarse. Los últimos días permaneció silenciosa, sumergida en oración al lado de Jesús de Getsemaní y, con Él, decía: Padre, que se haga como Tu quieres. Poco antes de morir manifestaba, todavía, que le habría gustado de seguir viviendo para continuar la tarea de hacer el bien a todos. Esta Rosa de Arenys de Munt, conocida y amada de muchos, después de tantos años de sufrimiento, “vive ahora en la Casa del Padre”, como se estampó en su recordatorio. Ahora más que nunca, desde el cielo continuará esparciendo la paz y el bien a manos llenas. Ella ha sido un don de Dios en su Iglesia, la Iglesia de los pobres, de los humildes y de los débiles.
Ella ha mostrado en todo momento el camino de Jesús, el del amor-sufriente. Rosa tenía un alma privilegiada y una bondad excepcional.
Era de aquellas personas que no hacen ruido, pero que están allí. Su espiritualidad, toda sencilla y simple, ha dejado huella en el corazón de los que la han conocido y amado. Son innombrables los que pueden dar testimonio de como ella pasó por el mundo haciendo el bien. El más notable, sin duda, es el obispo Pere Casaldàliga. En su última carta que le escribió desde el Brasil, el 4 de marzo pasado (2005), en motivo de la Pascua, le dice: Tu Rosa continúa haciendo de Moisés y de Cristo, en el monte y en la cruz, mientras continúan las batallas del Reino de Dios. La paz de la Pascua siempre y un abrazo muy fraterno.


Amics de la Rosa
(Traducción del catalán de la web en http://www.arenysdemunt.cat/entitats/rosaplanet